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dc.contributor.advisorPerdiguero Gil, Enrique
dc.contributor.advisorEchevarría Pérez, Paloma
dc.contributor.authorMorales Moreno, Isabel
dc.date.accessioned2011-09-06T10:30:43Z
dc.date.available2011-09-06T10:30:43Z
dc.date.issued2011-07-01
dc.date.submitted2011-07-01
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/10952/48
dc.description.abstractLas experiencias de salud y enfermedad humanas, constituyen un proceso que puede entenderse como un continuum, donde la evolución del estado de la persona hacia el extremo de la enfermedad implica una serie de prácticas de salud respaldadas por saberes y creencias culturales, que en muchos casos impiden, retrasan, sustituyen o continúan la atención sanitaria profesional establecida según el modelo Biomédico. Hasta ese momento en que se inicia el contacto entre el individuo con la institución sanitaria formal, proliferan y se desarrollan los sistemas de cuidados informales como los procesos de autocuidado y autoatención, circunscritos al ámbito doméstico. Éstos resultan imprescindibles, y a su vez, requieren cierto maridaje con los cuidados profesionales. Los cuidados informales son, por tanto, uno de los aspectos en los que centraremos nuestra atención. Éste reviste gran interés debido a su dilatado recorrido o presencia histórica, ligados, en su origen, al mantenimiento de la vida. Su presencia histórica demuestra la adaptación y los cambios que han ido experimentando en función de las transformaciones marcadas por las coordenadas sociales y culturales de cada época y lugar. El cuidado de la salud, especialmente el que se presta en el hogar, ha sido asumido mayoritaria e históricamente por mujeres. A su vez, el envejecimiento demográfico, el aumento de la esperanza de vida y el número cada vez mayor de personas con enfermedades crónicas e invalidantes influyen directamente en la demanda de cuidados informales en los entornos domésticos, pero, también las estructuras y formas de vida familiares han cambiado, de manera que la disponibilidad de cuidadores está gravemente amenazada. Por otro lado, las migraciones internacionales constituyen un hecho social por excelencia que coincide en espacio y tiempo con todo lo expuesto, de manera que la evolución de los propios sistemas de cuidados informales va a ser sustentada en gran medida por mujeres inmigrantes que asumen el rol del cuidador informal familiar y reproducen un esquema tradicional de cuidado. Se diseñó un estudio de corte etnográfico, siendo los instrumentos de recogida de información: entrevista, diario de campo y observación participante. Nos encontramos, por tanto ante un proceso de sustitución de roles familiares en el hogar, y ante fenómenos de disfunción familiar. La cuidadora inmigrante asume completamente el rol de cuidadora principal. Sustituye, así, al cuidador familiar en todas las dimensiones del cuidado y de la relación humana. Se constata un déficit de apoyo tanto familiar como de red social y grupos de autoayuda, pilares fundamentales en los que se sustentan ciertas experiencias vitales como envejecer de forma dependiente. Los cuidados informales se proporcionan desde una unidad doméstica u hogar, y en la mayoría de ocasiones con un notable grado de ausencia familiar. Nos referimos a hogares y no a familias, tratándose de términos que cada día aluden a realidades más alejadas sin que uno implique al otro. Se trata de otro fenómeno que implica la sustitución de la familia como unidad funcional por el hogar/unidad doméstica. Tanto cuidadores familiares como el marco legal constituido por la Ley de Dependencia presentan un fuerte asociacionismo a la enfermedad, especialmente con la categoría disease de la misma. Esto responde al hecho de que la ancianidad sigue estando muy medicalizada y el sistema Biomédico continúa ejerciendo el control sobre esta situación. Si bien, en términos generales, dicha ley ha marcado un avance, no ha supuesto un cambio radical que implique pasar del enfoque familiar a una visión universalista de protección únicamente pública. La familia sigue siendo considerada por el Estado como un recurso básico, precursor y receptor del bien social en cuanto a su tradicional rol. Este aspecto denota cierta incoherencia entre las medidas por parte de los poderes públicos y la realidad de cambio social que acontece a nivel familiar. No es adecuado enfocar un sistema de atención a la dependencia cuyas representaciones continúan estando basadas en la Biomedicina curativa y en la familia como recurso básico cuando las prácticas que se están llevando a cabo se dirigen en otro sentido, donde hay un déficit de apoyo familiar como recurso, junto con una gran demanda y consumo, principalmente, de cuidados informales y autoatención doméstica. Las representaciones no consiguen explicar las prácticas actuales, por ello la percepción general de las familias con personas dependientes no es satisfactoria respecto a las medidas que ofrece el sistema de protección público, aspecto que determina en muchas ocasiones la búsqueda, a modo particular e invisible, de otros dispositivos informales de cuidado doméstico. Las necesidades de los cuidadores informales refieren principalmente a recursos económicos o coberturas particulares y ayuda. Al margen del aspecto material, se destaca un déficit de ayuda, tanto social como sanitaria, reflejando una falta de cobertura de necesidades que sólo son evidentes en el entorno doméstico y quedan subsumidas entre lo social y lo sanitario. Según los cuidadores, su problemática no se resuelve con una aportación económica. Las dinámicas diarias se conforman en torno a actividades de carácter doméstico general y cuidados informales. Dentro de éstos, se identifica una pauta basada principalmente en acompañamientos, aseo personal, administración de medicación, curas, masajes y movilizaciones, alimentación y afecto. Tanto las actividades de acompañamiento como el soporte afectivo son los aspectos especialmente resaltados y valorados de difícil o imposible cobertura por parte del sistema formal de cuidados. La aparición del fenómeno de las cuidadoras inmigrantes o mercantilización del cuidado, en un mercado oculto de éstos, evidencia la deficiencia de las instituciones públicas y familiares españolas. Este hecho favorece la precariedad de las inmigrantes, e incluso, en última instancia, la feminización de la pobreza y la circunscripción de la mujer inmigrante a un nicho de trabajo sumergido que perpetúa una situación de falta de políticas eficaces tanto en la atención a las personas dependientes como ante la inmigración. La profesionalización del sector de los cuidados a personas mayores dependientes no puede llevarse a cabo en la actualidad sin regularizar la situación de los inmigrantes ,quedando afectadas ambas áreas, tanto la atención a la dependencia como la inmigración. Debe ser reconocido y valorado el cuidado informal por parte de mujeres inmigrantes como una estructura integrante de las fórmulas intermedias entre la atención a cargo de la familia y la institucionalización de los ancianos, tratándose de una especie de nuevo recurso que puede no ser coyuntural, pasando a ser regulado y normalizado. Es ampliamente conocido y aceptado socialmente, de fácil acceso y gran disponibilidad. Es imprescindible, siendo imposible que ninguna institución pueda desarrollar sus tareas. Es necesario, aunque continúa siendo invisible. La liminaridad del entorno doméstico se asocia al déficit de integración social del cuidador inmigrante, aspecto que influye en la valoración y percepción social del cuidado de manera insuficiente e inadecuada, no habiendo producción/proyección social del mismo. Se perpetúa así la invisibilidad de los cuidados informales, aunque el déficit de integración social del cuidador inmigrante (incluso en situación de regularización) favorece la dinámica interna del propio cuidado informal. Se identifica un escaso nivel de apoyo entre cuidadores, que se agudiza especialmente en presencia de una cuidadora inmigrante. Podemos hablar de la constitución de una verdadera comunidad terapéutica a nivel doméstico, señalando que la provisión del cuidado informal por parte de la mujer inmigrante se estructura de igual forma que el cuidado familiar. El acercamiento a esta visión puede ayudar al diseño de alguna estrategia que contribuya a regular la actividad de los cuidadores informales en un futuro, derivándose una mejora en la calidad de los cuidados y la calidad de vida de los miembros de la unidad doméstica. Es necesario destacar la dimensión positiva del fenómeno migratorio a nivel global y valorar la excelencia social del mestizaje, la evolución cultural y la obtención de bienes derivados, tales como pluralidad, polivalencia, adaptación y diversidad integrada. La sociedad de acogida intenta imponer un modelo de aculturación que disminuye las posibilidades de integración social del mismo. Sin embargo, no ocurre lo mismo a nivel cultural, pues hay fenómenos de intercambio, mestizaje e hibridación cultural, precisamente, en un entorno invisible. Las cuidadoras inmigrantes reproducen en nuestro entorno una concepción familista del cuidado y de la unidad doméstica. Por otro lado, la estructura de la familia española también presenta ciertos rasgos de desestructuración y aislamiento, de manera que se delimitan nuevas unidades domésticas donde uno de los miembros centrales es la cuidadora inmigrante en lugar de otros miembros de la familia. Se dibuja así un escenario de gran interés y ventajas para ambas partes a muchos niveles. A nivel cultural se aprecia un proceso de inserción, pero no de integración, que viene determinado en gran medida por el déficit de participación social en los grupos del nuevo contexto. En un macroanálisis, hablamos de inserción cultural y no de integración. Si embargo, a nivel de grupo doméstico, es decir, aplicando un microanálisis, sí que se aprecia un fenómeno de intercambio cultural, hibridación, mestizaje e interculturalidad mediado por el diálogo cultural. Identificamos la existencia de un diálogo cultural que se manifiesta con una situación de equilibrio entre la interculturalidad, la adaptación mutua y la oportunidad de cambio, dándose también elementos de hibridación cultural. Las vivencias de intercambio e integración cultural demuestran la práctica de la Medicina Tradicional en el patrón de cuidados informales y de comportamientos culturales en los sistemas de autocuidado. La figura de la mujer inmigrante se erige en este estudio como principal consumidora de medicinas tradicionales, extendiendo la provisión de estas prácticas de salud al resto de miembros de la familia o grupo doméstico a su cuidado, aspecto que favorece el pluralismo asistencial pero que, a la vez, sigue fomentando su invisibilidad. La integración social y cultural determina el mantenimiento de la herencia cultural en los cuidados. Conocer el nivel de herencia cultural en los cuidadores inmigrantes nos permite valorar y comprender mejor sus prácticas de salud con la persona dependiente. Por parte del sector formal de cuidados, dicho conocimiento posibilita una mejor adaptación y habilitación de los recursos comunitarios disponibles, y si esto se consigue, se alcanza la competencia cultural. Se identifica un nivel medio de mantenimiento de la herencia cultural, en tanto que algunas prácticas dejan de ejercerse en nuestro entorno, pero, en términos generales, no desaparecen. Se observa un fenómeno de potenciación de los sistemas de autoatención, especialmente, en cuanto a procesos agudos en las personas ancianas dependientes cuidadas por mujeres inmigrantes, pudiendo favorecer la disminución de la demanda asistencial a nivel Biomédico. Sería interesante continuar investigando los efectos de este fenómeno a distintos niveles del dispositivo asistencial al uso. Se trataría de determinar los beneficios tanto para el sistema formal (menor presión asistencial, menor gasto sanitario), como para el sistema informal de cuidados de salud (menor derivación de la persona dependiente a diferentes servicios de salud, mayor permanencia en su domicilio, mayor continuidad de los cuidados y mayor calidad de vida). Se recobra la importancia de lo natural, lo universal de los cuidados, que constituye la esencia de los cuidados culturales, y se inicia un proceso de intercambio cultural que permite la adaptación mutua en cuanto a los aspectos específicos de los cuidados mediados por la cultura. Las perspectivas de futuro en los cuidados informales aluden a diferentes aspectos: por un lado, la mejora de los vínculos entre el sector formal e informal de cuidados como base para el desarrollo de políticas públicas más eficientes (valorar la importancia y alcance real del cuidado informal en su dimensión económica); y, por otro lado, la normalización del sector de los cuidados informales y la formación necesaria, al igual que reformar y reorientar las políticas de inmigración. Las prácticas de autoatención y autocuidado representan una alternativa a la medicalización y abren otros caminos hacia un fenómeno de mayor autogestión de salud, caracterizada por cierta capacidad de decisión autónoma en las unidades domésticas de cuidado, y una relación más lejana a la dependencia respecto a la cobertura sociosanitaria que provee el Estado. El conocimiento y clarificación de la sensibilidad cultural y las experiencias de vida acerca del cuidado informal, así como un acercamiento etnográfico a las necesidades reales de los cuidadores, deben valorarse a la hora de diseñar las políticas de atención a la Dependencia, puesto que, existen diferencias en la percepción de esas mismas necesidades según se trate de un sector u otro. Esto permitiría conseguir ciertas mejoras en la organización y distribución de los recursos sociosanitarios.es
dc.language.isoeses
dc.rightsReconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/es/
dc.subjectAntropologíaes
dc.subjectEnvejecimiento de la Poblaciónes
dc.subjectMigracioneses
dc.subjectSalud Públicaes
dc.titleAnálisis de la influencia de la inmigración en la configuración de los cuidados informales y sistemas de autoatención en Murciaes
dc.typedoctoralThesises
dc.rights.accessRightsopenAccesses
dc.description.disciplineArte y Humanidades


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